10.12.12

Rrrrretiroooo

Tenia todo calculado: el timbre del tachero, la mochila en la mano derecha, el abrigo en la izquierda, los documentos en el bolsillo derecho...

Reeetirooo, último avisooo.



Tenía todo calculado: salida del micro, duración del viaje hasta Retiro…
Pero el radio taxi que precavidamente pedí el día anterior nunca llegó.
Lo que si llegó fue una shuvia de padre y muy señor mio.
Justo cuando yo salgo con el mochilaje a cuestas.
Camino por Pagano hasta Austria.
Oscuridad urbana.
Ninguna lucecita de “taxi libre” en el radar de mis ojos.
Me la juego y me voy hasta Las Heras.
La shuvia sigue arreciando y los minutos menguando.
Me paró en la esquina empapandome like a fool.
Ni la esquina, ni el semáforo, ni la exconfiteria Pompeii, ni la foto de los perros
de la veterinaria, nadie parece reconocerme.
Ahora no la juego más de local. Soy simplemente eso: otro tonto que espera.
“Fff…” rezonga mi mente. Pasan segundos larguísimos.

Austria al fondo vislumbro una difusa y pequeña luz roja. Me cruzó la avenida
como un loco para… nada. El tacho sigue de largo y lo único logro es estar 
unos metros más alejado de mi destino.
Un pibe me dice algo que no entiendo, le respondo balbuceando: “…yo voy 
para Retiro”y me trago el fack-iu
(Es muy común que cuando uno esta medio perdido o en uno de esos 
momentos “nudo”, aparezca uno de esos seres al mejor estilo cuento 
de Cortazar para decirte una de esas cosas que nunca entendes ni entenderás).
Vuelvo a la esquina de enfrente, en la que siempre funcionaron confiterias: 
Los Pollitos. Pompeii en los 90 y un Starbucks en el futuro.

Milagro! A escasos veinte metros y de mi lado viene una luz roja, rojísima! 
Es un taxi a punto de arrancar cuando cambie el semaforo.
Ahora si me lanzo gesticulando con mis brazos –imagino que soy una 
mezcla del Quijote y del inspector Gadget- ya medio acalambrados de 
cargar tanta mochila.

Con esa misma palabra entro al taxi: “Milagro..!” –espeto corcobeando                                                               con los bultos.
  Hablamos –el tachero me habla y yo asiento desde mi homónimo – 
   de otros tacheros, de los que  no salen a laburar con shuvia.  
    “…que si se puede chocar, que las cashes se inundan
    que se te moja el tacho… tené´ suerte pibe que me enganchaste a mi,
   que estoy necesitado y tengo que salir a laburar igual”.
    Llegamos. Le dejo una buena propina: 1,50 pesos para un viaje de quince pe.   
       La estación de Retiro esta tranquila, con esa ligera patina de tristeza que, 
       como las prostitutas, nunca pierde.
        Los relámpagos iluminan por décimas de segundo el negro metal de las agujas 
        de la british tower.
        Abajo el tiempo hace pasar generaciones, estilos y modas. Pero al parecer ese
        andar no es circular, como el de las agujas.
        Aunque algunos gurues de las pantallas se engolosinen con términos como 
        retro, antique... Basta dar un rodeo por la costra –no la costa- de Retiro 
        para notar lo contrario.
      
       Detalle pintoresco inside Retiro: un empleado de alguna empresa jujeña
       -¿o será limeña? – de nombre tipo…Rápido Tata, anuncia a voz campante 
       la próxima salida de un servicio semi-cama.
       Una pequeña y paciente procesión va formándose tras los suaves pasos 
       del empleado andino.
       ¿Cómo no van a transmitir esa sinfonía  melancólica,  con tanto cielo, 
       con tanta montaña para añorar?
       Llega mi micro.
       Sigue la shuvia.
       Salimos hacia la Costanera Norte. Los relámpagos resaltan los viejos guardianes
       de esta eterna buenos aires: Los fabriles silos del puerto, el profundo río marrón,
         el elegante Club de Pescadores.
        Y ahora agarramos por la general paz, esa serpeante lengua de cemento
         que nos habla de las paradojas de la vida. ¿No es paradójico que el cordobés
         José María Paz se haya dedicado a la guerra y años después haya dado
         tan pacífico nombre a la circunvalatoria avenida?
         A la derecha ese callado cartel, esperando que alguien lo descubra
          e inaugure el pop art argentino (¿el pop arg?): RUTA HOTEL.
          Ahora el Hotel Kebón, con esas mezquitas azul fluo, resplandecientes
          como combustible para el ciclo erótico del sueño.