6.10.14

El bar de Jesus

La mano de Jesús y la tierra tiemblan. Mientras, el orgullo argentino golpeando una y otra vez con furia la Costanera porteña.
En Montevideo es más fácil ver la vida pasar. Por suerte para ellos, no tienen tantas minas, tantas copas, tantas divas, tantas victorias por defender.
Montevideo es una ciudad que parece olvidada del mapa mundi del business internacional, que si golpea, para bien y para mal, a su hermana mayor Buenos Aires.
Sentado en el puerto, el viento del mar me saliniza, se me mete entre las neuronas y me lanza a escribir esto.
Jesús es el dueño del Bar Lorenzo, sito en Maciel y Washingtom. Nacido en Sgo. de Compostela, arribó a estas costas en 1953. Jesús y sus parroquianos hacen que aún me maraville del querido siglo 20, que todavía vive en las manos temblorosas de Jesús.
Pero el siglo 21, que de a poco se va adueñando del mundo -en BsAs, Londres, Paris, llegó hace rato- comienza también a golpear en las costas montevideanas.
Leyendo las noticias del desastre en Japón uno se pone a pensar si este siglo 21 será el último de la humanidad.
No lo sabemos, pero al menos yo, prefiero pasarlo frente a un mar y a una gente calma.

Planetaria

Al mundo le hace falta un boceto de mujer sobre la cama de tinta para escribir la historia de acero y ternura para reparar las ciudades

...Los hombres necesitan un pubis en los puertos de llegada, un horizonte ancho que no cuente con heridas el pasar de los años, donde sea absurda la palabra aduana

Al mundo le hace falta una nostalgia de aves, una mujer sin lados como tinta de gaviotas que se ata en lontananza para hacer de las fronteras un suspiro y de las capitales una trenza de pan sin condiciones

La Tierra necesita ser un sólo país que duerma desnudo, un vientre de continente donde nadie beba un trago para lamentar que su infancia no corrió por aquellos parques

El mundo necesita un boceto de mujer sobre la cama donde los hombres ciñan la cintura del alba sin cohetes ni rayos ni metrallas, donde beban el río de su hontana y se apacigüen en su lago de espaldas

El mundo necesita que los hombres se enamoren y repitan los espacios y las quietudes como en la carne de las nubes se repitel a frescura circular del agua

(lo publico Mailen, una amiga)