25.2.15

Ansias de quinceañera


Mulatona bajo el ala de la permanente mamera,

catorce años y once meses, casi quinceañera.

Piernas de pitillo, piercing en los labios y algo del madrileño Bravo Murillo.

Desentonando con el sexo tibio de las abuelas,

pecho urgente de un macho latino,

¿habrá tiempo para tu destino?

¿Serás reina de tu clan, lameras el sexo correcto

para hacerlo tu amor y tu bandera?

Pensas esa frase que leiste en el banco de la escuela:

"Llevame rápido a la Costanera!"

Y sabes de amor en la vereda, y de pedirle a Dios

que no te equivoques de campeón y darle un hijo en primavera.
Silbatos y esperanzas

Nos levantamos el sábado temprano con el dato que había un tren desde Open Door hasta Retiro. A mi, cuando escuché la palabra "tren", me vinieron imágenes de vagones rotos, ventanas imposibles de abrir, cansados vendedores ambulantes...la patina de la desidia en todo.
Pero eramos varios en la aventura, Javier, Barbara, Jose Manuel -y su perro- y yo, y en el grupo se respiraba cierto optimismo esperanzador. Llegamos a Open Door y Jose Manuel dijo: Hay una persona en el anden. ¿Auspiciante? Dejamos el auto y al bajar una señora nos saludo como si nos conociéramos y nos dijo que el próximo tren pasaba a las 9:44.
El dato que teníamos era otro pero al menos ya sabíamos que el tren salia.
Nos acercamos a la ventanilla y, albricias!, no estaba con el cartel de cerrado. Le pedimos uno hasta Retiro y el valor, con la SUBE, era de cuatro, si!, cuatro pesos. Un regalo! Y justo para el dia de mi cumpleaños.
Javier le pidio a la mujer de la ventanilla un impreso con los horarios. No había. Tal vez era mucho pedir. Pero había una planilla con los horarios en la estación y Barbara, con su celu siempre a mano, se dedico a hacerle fotos.
Javier se acerco a charlar con dos operarios que estaban apostados en una baranda de la estación. Este gesto, de convertir al otro en un semejante y que así deje de ser un extraño, me pareció muy "González Fraga". Se lo he visto hacer a mi madre, mi abuela lo hacia con las cajeras del supermercado La Gran Provisión, se lo he visto hacer infinidad de veces a Hernán con porteros, mozos, etc y hasta yo mismo he practicado el sano hábito de la comunicación urbana.
Por uno de los operarios nos enteramos de algunos detalles del tren, de nuestro querido tren que ya empezabamos a querer.
Los minutos pasaban y nuestro optimismo crecía junto a las sonrisas y los comentarios jocosos, sobre todo de Jose Manuel.
Javier se acercó a un hombre de camisa blanca y corbata y le pregunto si era el encargado. El hombre, de mediana edad y con algunas respetables canas, respondió con un leve movimiento de cabeza. Javier arrancó la charla y el tren de la comunicación se puso en marcha. Ahí nos enteramos de mas detalles ferroviarios. Al parecer el servicio del tren estuvo mas de treinta años parado. Pero ahora volvía a ponerse en marcha. A Javier le brotaba por los poros y por sus palabras la esperanza de un futuro mejor, de un país mejor.
Ahora que escribo desde el tren en marcha siento que las vías son como las arterias del pais y los pasajeros la sangre que va llenando de vida los parajes y pueblos de esta golpeada patria.
Finalmente fue Jose Manuel quien vio titilar la luz a lo lejos que anunciaba la llegada del tren. Era un tren soñado, de un azul brillante y nos metimos a curiosear en uno de los vagones. Barbara, con su expresividad habitual, exclamo: This is the first world! Y la verdad que parecía. Asientos cómodos, espacio para discapacitados y una limpieza que olía a nuevo.
El momento de la partida llegaba y nos hacíamos con emoción las últimas fotos a la espera del ansiado silbato.
Salíamos! Me senté en el vagón vacio y salude por última vez a mis queridos tíos.
Y mis ojos se llenaron de dulces bañados, de caballos pastando, de verde soja, de arboles añejos...un pais ancho y generoso que no miramos atrapados en la gran ciudad.
Y el tren se fue llenando de familias humildes, pasajeros que al fin eran dignificados con un transporte limpio y moderno.
Y florecían los vendedores ambulantes, orondos, con esos precios que te hacen pensar como llegarán a fin de mes, y el hombre del acordeón que le dió un toque federal al vagón ya casi lleno.
Las estaciones se sucedían y el campo iba dando lugar a las casas bajas, a las calles asfaltadas, del gris y verde conurbano bonaerense.
El Palomar, Santos Lugares, Sáenz Peña, miles de historias conectadas por las vias del tren. La sangre argentina, rubia y morena, joven y paciente, fluyendo nuevamente.
Retiro y un treinta y uno de Enero que no olvidaré.