Esta noche me entere de una reunión en alguna calle perdida de algún pintoresco barrio madrileño. Estoy por salir y casi me olvido de la dirección. La anoto en un pequeño papel y la guardo en el bolsillo trasero del pantalón. Siempre hago lo mismo.
Llego y alguien asomado a un balcón me ve antes de que yo pueda tocar el timbre. Sin duda ese es el lugar, se huele una música ligera en el aire.
Subo y me sucede lo mismo de siempre: imagino los lugares, las situaciones, mucho mas "de película" de lo que en realidad después son. En este caso, el presupuesto no alcanzo para mas de dos ambientes pequeños, papa fritas de bolsa y cerveza casi fria.
Escalera, timbre y acción.
Por suerte, hay mixtura de gente y escasean las novias. Se podría escribir un libro dedicado a ellas:
1. Novia de músico. Características: paciente, sacrificada en su papel musical secundario y media sorda debido a los interminables ensayos que presencia.
2. Novia de Mehari. Características: Gorditas, apreciadas en invierno y dejadas de lado en verano cuando llegan el calor y las chicas.
Me pongo a decir las mismas tonterias que diría cualquiera pero las anoto. Llevo un pequeño anotador y un lapíz -para poder anotar en cualquier posición- como armas de guerra. Una chica me pregunta que escribo y comienza la charla. Al rato estamos sentados en el piso, con las piernas dobladas y pegadas al cuerpo.
Los otros pasan como extras de nuestra película. Se lo digo y lo anoto. En sus ojos advierto que le va gustando mi juego, las armas que muestro. Yo no la elijo, yo solo quiero alguien para mostrarle lo lindo, lo simpático, lo interesante que para mi soy. Pero ella cree descubrirme, eso es lo que le cuenta su ego.
Todo termina de la misma manera. La suerte juega a mi favor y antes de que termine la noche, rescato algo: un telefono, un e-mail, una posibilidad futura.
Lo verdaderamente mágico de la noche es la ausencia: de un país, de una familia, de una cultura, de una rutina argentina. Toda esa ausencia juega a favor de los hombres, de los solteros, de los exiliados siglo ventiuno, de los que buscan salvar alguna de las muchas noches que tiene el mes.
Estamos en el invierno europeo, casi cualquier cosa viene bien. Los novios, los Meharis, los instrumentos y los ensayos quedaron atrás, muy lejos.
Igual hay que tener suerte. Algunos no pescan más que un resfriado.
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