Espero a Alejandra en 18 de julio y Paraguay. No llega. Doy vueltas como un tigre enjaulado en esta esquina del mundo. Por un instante, al mejor estilo Baudelaire, desaparezco para los demás y puedo sentir el pulso de la gente que pasa. Cierta tristeza urbana que se repite en todas las ciudades.
Pienso en escribir como en pintar, sensaciones que surgen de la birome, como colores de un pincel.
Cualquier lugar puede ser igual a otro. Tal vez cambie el punto de vista del que mira.
Dejo la esquina y me pongo a caminar.
Al cruzar una calle miro a la derecha y veo una franja de mar. Pienso en la sensación de libertad que produce esa imágen.
Montevideo tiene un ritmo más tranquilo que Buenos Aires. La 18 de Julio, la avenida principal, tiene un aire, en sus carteles y en sus andares, a los años 60 o 70.
Y una vez que a los demás se les pasa el asombro inicial con uno, la vida vuelve a su cauce normal.
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