14.10.13

Un asalto suave en Montevideo

(contado por Alejandra)

Iba por avenida Libertador, de nochecita. De repente se me aparecen dos adolescentes de unos quince años con pinta de malandras. Me increpan: Una moneda, flaca, una moneda.
Yo atino a meter las manos en el bolsillo y solo acaricio el billete de 500 pesos del sueldo. Ni una moneda.
-Danos la plata, dice uno de ellos. -Espera, espera, dejame buscar, digo yo, tratando de poner orden mientras hago como que busco la plata en el bolso.
-Dame la plata o te pego un tiro, dice el mas sacado de los dos. Igual no suena nada convincente y su compañero, más tranquilo, le dice: Para, para...
Y yo, tratando de hacer tiempo mientras no pasa ni una mosca.
Entonces, el pibe mas tranquilo que dice: si no podemos negociarlo de otro modo
Yo, que me quedo tiesa de miedo, pensando en que estaran pensando estos chicos.
El pibe: ¿sabes lo que vamos a hacer? Vamos al carrito y nos compras unas hamburguesas a cada uno y te dejamos ir sin hacerte nada.
Y asi fue.
Un asalto al estilo montevideano.

una playa, todas las playas

Una hoja cruzando Talcahuano y Corrientes. El miedo ahorrandole laburo a los porteros y a los mirones del mundo.
La vitalidad saliendo de los parlantes y congelada en los afiches publicitarios.
Sueños de espacio en departamentos mentales de un ambiente.
Palomas atropelladas, que no tuvieron tiempo de volar, por hombres que nunca lo hicieron.

montevideo a la espera

Espero a Alejandra en 18 de julio y Paraguay. No llega. Doy vueltas como un tigre enjaulado en esta esquina del mundo. Por un instante, al mejor estilo Baudelaire, desaparezco para los demás y puedo sentir el pulso de la gente que pasa. Cierta tristeza urbana que se repite en todas las ciudades.
Pienso en escribir como en pintar, sensaciones que surgen de la birome, como colores de un pincel.
Cualquier lugar puede ser igual a otro. Tal vez cambie el punto de vista del que mira.
Dejo la esquina y me pongo a caminar.
Al cruzar una calle miro a la derecha y veo una franja de mar. Pienso en la sensación de libertad que produce esa imágen.
Montevideo tiene un ritmo más tranquilo que Buenos Aires. La 18 de Julio, la avenida principal, tiene un aire, en sus carteles y en sus andares, a los años 60 o 70.
Y una vez que a los demás se les pasa el asombro inicial con uno, la vida vuelve a su cauce normal.

La revolución Yin

Supermercado chino.
El Sr. Yin y la Sra. Yin discuten - al parecer, en su idioma nunca se sabe- por algo.
Igual, ella no deja de sonreir a los clientes que pasan por caja.
El, sentado de coté sobre unos cajones de cerveza, parece disfrutar y aprovechar su condición de jefe de la familia.
Mientrás, el hijo de ellos, de unos dieciocho años, se "entretiene" acomodando latas de tomate que descansan en perfecto orden.
Me da curiosidad saber cual será la historia de esta familia para llegar hasta aca, hasta este rincón/culo del mundo.
Pero más me intriga saber como hace el pequeño Yin para bancarse dia trás dia ser parte -¿como único destino?-de esta empresa familiar.
¿Que cruzará por su mente al ver entrar chicos y chicas de su edad, desenvueltos, con libros de estudio y libertad callejera bajo el brazo?
Una buena revolución - junto a la Primavera Arabe que se esta dando en este momento- sería que el pequeño Yin, un día cualquiera, se fugase con una chica -¿blanca, negra, china?...es igual- y comenzasen una nueva historia.
Lejos...más alla.

Un aliento nuevo

Te dejé en una esquina cualquiera. Liviano fue el beso de adios. Bajé por la calle que me dijiste. El aire fresco entró a mis pulmones y se mezcló con el perfume de la noche anterior. A fruta madura, a piel transpirada y saliva.
Ese choque químico, alcalino, provocó un placer en mi que solo vos, tal vez, podrás entender.
En el subte, ver algunas chicas lindas subir al vagón y pensar: ¿como habrá sido su noche de anoche? habrán gozado, habrán sido felices, bien amadas? cuanto de ese chico, de ese hombre, necesitarán para sentirse plenas, radiantes, alegres?
La tuya, tu alegria, no la cambio por ninguna.
Después, subiendo por la escalera mecánica del subte lo mismo: cerrar los ojos, salir suavemente al exterior y volver, con el recuerdo, al interior de tu casa. A tu cuarto y a tu colchón.
Un placer sin la insistente voz posesiva: Que lindo esto que viví...quiero mas...!
(escrito un 10 de febrero de 2011)