26.1.11

felicidad no tiene nombre


Aunque no la se, ella es tardía, sincera, sola, a medias, acompañada, dulce rehén inexplicable.
Ella es inagotable, intransferible, caprichosa, vaga, amable con la desdicha ajena por falta de propia.
Hablo de una felicidad, de la mía, de una ráfaga buscada, perdida, de una sensación no descrita por tristes autores.
Felicidad, etimología misteriosa, algo que roza las aceras por donde camino, algo que si se piensa demasiado ya no esta.
Me siento a escribirla y se levanta y me rodea y me mira de soslayo y me comprende como yo a ella no.
Felicidad que se va a jugar con las plantas del balcón, que sube, que baja por las escaleras, que se desacostumbra de mi apenas yo me acostumbro a ella.
Que se ríe de la solemnidad de los médicos, que chapotea en el agua y se zambulle en mi imaginación.
Mi felicidad, una felicidad, destino y estación de un color ámbar irreconocible. 


5.1.11

Aséptica y escéptica (para la agrandada tribuna fémina)



Como olvidados paraguas que no sabemos donde poner cuando el sol vuelve a salir, no supe que decirte o si seguir hablandote.



Reías con risas de fondo y perfume francés para carencias interiores.




Mis caricias tenían la fecha vencida, deberes de hombre que cumplieron su papel.


Pero tranquila, esta noche puedo jugar a que el mundo gira al son de mi jazz, de la cama donde escribo y de esta inesperada y dulce soledad.


Ojos vacunos nos miran pasar, una chica en cada esquina, esa vida en dos piernas que no viviremos porque el bendito tiempo no da. 


Por eso te digo que si. 


Que si a la tácita idea de que habrá algo mejor afuera, alguien caminando por la misma vereda, un rostro mejor combinado, con las uñas del destino mejor cortadas. 

Que si a tu libertad de receta, a la risa contagiosa de tus amigas, a los besos "hola-que-tal" en el cachete húmedo y anónimo.
Que si a las fiestas llenas de esquinas vacías, de pelos planchados esperando algo mejor o al menos algo: un trago gratis, una conquista, el polvo que viene atrás de la mezquina ilusión de sábado a la noche y lápiz labial.

Que si a la certezas posmodernas, menos amor y más Alplax, más instalaciones y menos mensaje. 

Que si a las madres que parieron tantas minas pseudo-intelectuales, ademas, ¿quien te puede asegurada la felicidad hoy en día, no?

Que sigas los tácitos consejos, mejor que un chico lindo uno que trabaje mucho, que diga a todo que si, que piense poco y se desvista o oscuras. Que saque a pasear tus tetas todos los viernes y te apague la compu a la noche si te la dejaste prendida. 

Por eso te digo que si, que sigas nomas el bondi inconsciente de la agrandada tribuna femenina actual. Que te afilies definitiva y orgullosamente al tren del futuro, ese lugar aséptico y escéptico donde nada ni nadie quedará para la desafilada nostalgia. 

Allá habrá pastillas para no sufrir más de amor y cabinas para coger a máquina. 

Allá quemarán en la última hoguera los restos del neceser de tu princesa interior y te olvidarás de príncipes azules para siempre jamas. 

Un lugar llamado respeto.



"ESE LUGAR LLAMADO RESPETO"

No sabemos si tanta galantería radial será profunda y sincera. Tal vez, la última verdad, sea un detalle que solo saben las almohadas de los "laburantes de la gola".
Los años, esos golpes de martillo y de tiempo, nos van torneando hacia lo que hoy somos. 
 
Y no hay dudas. Estos hombres radiales, estos seres, guardan decenas de años vividos en cafés de húmeda amistad, en un tiempo díscolo, de orden y desorden, de tensiones sociales y generacionales. Años de almorzar el pan y el queso de las mesas, vestidos con el mejor saco y maquillados por el bien común y el urbano respeto.
Hombres y mujeres bien hablados, el mejor traje que nos podemos poner. 
 
Leonel nos cuenta apesadumbrado las cinco horas de nocturna espera. Su mujer, la actriz Virgina Luque, se descompusó y la ambulancia privada no venia. 
Finalmente, "al bueno del encargado", se le ocurrió llamar al SAME. En cinco minutos estaban ahí y luego, en el hospital Ramos Mejía, "la atención fue inmejorable" y por eso los agradecimientos radiales de Leonel.
Los desmaquillados edificios públicos argentinos guardan todavía hombres y mujeres para el bronce. Profesionales no solamente efectivos, sino también, seres humanos con esa afectividad que nos caracteriza para bien.

José Narosky, con una voz mesurada envidiable, nos regala cuentos de épocas pasadas. Historias de héroes, la mayoría con sus capítulos ya cerrados, que nos provocan un dulce ensueño en tiempos de crisis, de una eterna crisis.
Imagino viejos oyentes porteños que lavan su vida en los dos metros de la vereda que los vió crecer. Esas caras que nos miran pasar, como husmeando nuestras buenas o malas intenciones.
 Vidas estafadas por varias décadas de afiches en infracción, de consignas no explicadas y de decretos de necesidades personales de urgencias. 
Locos bien amaestrados que ya no salen a volar, a los que les queda media hora y el recuerdo en los zapatos gastados de alguna milonga rea que ya murió. 
Y siguen los cuentos, esas hamacas orales para soportar un cachito mejor los desprevenidos cortes de luz de desprevenidas -¿o desaprensivas?- empresas eléctricas.
 
Felicidades quedan pocas, pizza, celu y cañitas voladoras de ocasión. 
Y como en el fondo no hay nada, hay que ponerle nombres, títulos, "ingeniero", "dotor", a la fachada del día de hoy.
 

La 2x4 sigue sonando, la que alguna vez se llamo la FM Tango, un oasis radial para tapar baches callejeros, colectiveros asesinos, plazas llenas de mal comidos y peor hablados. Signos de la resaca social que vino para quedarse. E hijos de una clase media partida por la mitad, con el sueño de "otro lugar en el mundo" escondido entre los auriculares de veinte pesos. 
Como tira todavía la ilusión del norte boreal!
Noche blanca, amague y otra vez el gordo del bandoneon. La poesía tanguera radial sigue inflando tiernos corazones. Poesía que a veces era lo único que llenaba los humildes estómagos de sus apasionados autores. Estirar el sueño mañanero, mate y galleta inflada para embobar el hambre. 
Jose N nos cuenta de una disposición del año 1936, por la cual el jefe de policía podía, llegado el caso, condenar con hasta cuatro años de servicio militar, a aquellos ciudadanos que fueran encontrados en la siguiente infracción: decir improperios o palabras deshonestas en la vía pública.
Algo fundamental se gastó, se fue, se transformo en otra cosa.
 
Por eso el valor de esta radio para los que la escuchan. Sus enormes palabras de agradecimiento para los conductores y trabajadores de esta emisora. Por esos modos señoriales y esas verdaderas poesías que esconden los tangos. Sueños musicales que los hacen volver a soñar, a viajar en ese avión imaginario que sustituye, tal vez, al que nunca tomaron.
"Un abrazo de amigo a todos los cordiales oyentes...gracias a los camilleros, a los médicos, a todo el personal del Ramos Mejia...un gusto..." 
Jóvenes voces femeninas y engolosinadas voces masculinas. Arrullos de Radio Splendid, Francisco Canaro y el eterno Carlitos. Mitos   encarnados en las tardes de la radio.

La ausencia física, ese triste pero pequeño detalle, cuando es tanto lo que algunos amantes de esta ciudad y de su pueblo dejaron.