Mi espíritu se alza con la mirada puesta en el horizonte del río marrón.
Sabe que atrás será sal, azul y océano.
Pero mis piernas, mis piernas navegan en el tibio lodazal, entre la serpenteante basura que orilla la costa.
Cuerpo y espíritu. Río y mar. Ruido, barullo de manchas, monedas ajadas, frenadas y ahora.
Cotidianeidad que se expresa a cada segundo. Materia que será, algún día, bendita soledad.
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