Como dos jóvenes fantasmas, alejados de las prisas del hoy, vos y yo, gozando de los buenos aires que exhalan las esquinas de Humberto Primo y Defensa.
Embargados de una cierta emoción compartida, viciados de vueltas de café con leche con "baybiscuits", los ojos dorados de resplandeceres y exilios.
Mirando las veredas gastadas por un viejo sol, por una historia que sin querer pasó. Agradecidos adoquines del euro que vuelve y el aceite hirviendo que los corrió.
Viendo pasar como quien mira mirar, yeguas noruegas que harían revivir a Divito y sonrojar a las chicas que tan bien pintó.
Y farolas que titilan de ámbar el sueño de la argentina que nuestra abuela nos contó.
Y esa eternidad pasajera de la plaza de Dorrego, cinco y cinco en el elegante Antonio de reloj.
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