21.5.10

tocamdobia

No debería pero soy feliz en buenos aires.
Caminandola, viéndola pasar en colectivo, recordando confiterias -como Pipas, en Callao casi Las Heras o la clásica Saint Margaret de mi padre- que no están más. Panaderias que cambiaron de siglo o de dueño, pero no de olor.
Aunque si; todo cambia por acá. Llego a casa y un perro ha encontrado en la puerta un lugar fresco donde acomodarse. "Hola perrito..."- le digo haciendole un gesto de acariciarlo con la mano. Pero el perrito me malinterpreta y se va.
¿Hacia donde? ¿Sentirá que de algún modo es esta también su ciudad? A mi a veces me pasa que no y a veces que sí. Pero cuando surge la magia me quedo acá, me la quedo con toda su porquería.
Un hombre tan viejo como su sombra, una mucama de piel originaria paseando un hijo que no es, un mozo como de los de antes, atildado, cruzando la avenida con el pedido -"hola...eh...traeme un capuchino...ah, ¿y me traes esas galletitas del otro dia?"- que hoy viene con yapa.
Pasaron tantos por acá, tantas historias por estas mismas calles...
De refilón pispeo un pasillo largo, medio derruido y al fondo la luz de un patio abierto. Un hombre mayor sujeta algo que no llego a ver que es. Un conventillo en pleno Barrio Norte. Las coordenadas mezcladas, el espacio riéndose del tiempo y viceversa.
Solo falta que nos crucemos con el mismísimo Gardel o con el pequeño hombre cuyo trabajo era llevarle el bandoneón a Troilo.  
Y yo sigo. Soñando sin querer dejar de soñar. Personajes anónimos, divinos, con los que charlas las palabras justas en la casualidad de la panaderia de la esquina.
Salís con los sandwiches de miga bajo el brazo pensando: ¿y si él era Dios?
Detalles. El colectivero que "personaliza" su viaje, ya que no le dejan hacerlo con su "unidad", dejando subir al vendedor ambulante aunque ande por ahi una ley que lo prohiba, abriendo cada tanto la puerta de atras para que el bondi se ventile.
Y algo más que hoy no aparece y que será mañana.

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