25.12.11

Diario de Ayer II (Año 2002?)

Me pongo a recordar momentos, personas, que pasaron por mi vida. Como siempre, hoy es domingo, todo esta cerrado y sobre las casas se impregna la soledad de los que se fueron. A decirse la verdad o a mentirse este fin de semana largo.
Extraño esa vieja agenda que quedó en Buenos Aires, donde anotaba compulsivamente nombres y dos o tres palabras que los indentificaban: Javi Peluk, July Video Adobe Haedo, Candy Jardín de Tokio: chicas de estilo coloquial. Como bien diría el Flaco: Todo este tiempo de gente.
Decido dejar de pensar en los que no estan y me levanto del colchón que duerme en el piso.
Hablando de desiertos, no puedo dejar de recordar a Florence, una amiga que pensaba en irse a alguna playa desierta, que soñaba con empezar una nueva vida en un lugar donde nadie la conociese. Un desierto de amigos y conocidos, una agenda vacía de la "A" a la "Z".
Mientras me calzo los vaqueros pienso que yo también podría tomarme un tren a la naturaleza y dejar esta triste urbanidad de domingo.
Bajo, cruzo la plaza y entro a un pequeño supermercado. No es un "chino", es un auto-servicio hispánico. Cuando estoy al fondo de las gondolas, escucho una voz carrasposa que pregunta al aire con insistencia: ¿donde esta el pan rashado? En el tono hay urgencia. Nadie parece contestarle. En las manos una bolsa de nylon llena de filetes aspira a convertirse en futuras milanesas. Lo miro bien y aunque me cuesta, reconozco a un Calamaro versión Sex Pistols: todo de negro, con chupines, poca paciencia y menos dinero.
Lo sigo sin que él me vea. Si, es él, el futuro "hombre-salmón".
Se detiene en las latas de cerveza y yo, timidamente, me acerco para hablarle. Pero él no para de meter birras en el changuito de mano: dos, cuatro, ocho, doce!
Espero un momento mejor y entonces sí, se da vuelta, me enfoca sin reconocerme y yo le nombro a mi viejo, al viejo Moris.
Ahí le cambia la cara y con una voz dulce, auténtica y cansada, me dice: Uhh, como anda tu viejo..? Cruzamos dos palabras, yo no se mucho que decirle. Frente al emporio del pan Bimbo, exclama a si mismo: Si uno esta bien en un lugar, ¿para que irse a otro?
Tal vez esa plaza vacia y ese mirar a las palomas comer el pan que la gente les tira, era el mejor programa para ese domingo. Tal vez ese era el lugar para estar en ese momento, aunque todo dijese lo contrario.




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